Y un año más, la “operación clavel” tiñó de rojo nuestro Centro por San Valentín. En esta ocasión organizaron la actividad alumnos de 3º y 4º de ESO para su viaje cultural a Inglaterra. Cientos de claves carmesí se convirtieron en emisarios de amor, amistad, agradecimiento…en un día especial y entrañable para todos: alumnos, profesores y personal del instituto. Gracias por vuestra colaboración y generosidad. ¡Ojalá San Valentín siga visitándonos en cursos próximos!
Muchas gracias a todos estos "cupidos" por su trabajo y colaboración.
Muchas gracias a todos
Muebles a medida en acero inox
Mesa de trabajo acero inoxidable
Mesas de acero inoxidable baratas
Fue un martes cualquiera, de esos que no prometen nada,
cuando el humo dibujó un presagio en la carretera de Sant Andreu de la Barca.
Un coche, harto quizá de rodar sin gloria, decidió hacerse llama,
y el motor rugió por última vez, convertido en fogata urbana.
Los vecinos miraban como se mira lo inevitable,
con un pie en la acera y el corazón encogido.
Los coches pasaban, o se detenían, según el susto,
mientras el cielo se teñía de gris ceniza y de ruido.
Los bomberos, héroes sin capa pero con casco,
llegaron con sus mangueras y extintores en ristre,
apagaron el infierno en cuestión de minutos,
dejando solo el esqueleto humeante del desastre.
Nadie salió herido, y eso es lo importante,
el conductor, más rápido que el miedo, huyó a tiempo,
y aunque el coche quedó como canción sin cantante,
la vida siguió su ritmo, sin cambiar el tempo.
El tráfico, claro, se volvió un tango lento,
con la carretera de Martorell haciendo de escenario,
coches en pausa, bocinas quejándose al viento,
y un sol de media tarde mirando el calendario.
Dicen que prevenir es mejor que apagar,
que a veces un extintor vale más que un rosario,
y que al coche hay que mimarlo, revisarlo sin cesar,
porque una chispa tonta puede ser incendiario.
Así que tomen nota, conductores sin prisa:
lleven extintor, revisen el motor,
que la vida no avisa,
y cuando arde la máquina, se quema hasta el humor.
Sant Andreu de la Barca ya volvió a su rutina,
pero en el asfalto quedó, como cicatriz fina,
la huella de un coche que un día decidió arder,
y un pueblo que aprendió que el fuego no sabe de ayer.